Memoria democrática: Hablan los Candidatos: un ejercicio cívico en tiempos adversos

Se cumplen dos años de la realización del debate Hablan los Candidatos, llevado a cabo el 12 de julio de 2023 en la Universidad Católica Andrés Bello. En un contexto de restricciones crecientes, este evento se convirtió en una rara oportunidad para escuchar, contrastar y deliberar públicamente en torno a propuestas políticas diversas. Fue posible gracias a la articulación de más de 40 organizaciones de la sociedad civil, medios independientes y plataformas juveniles que, con esfuerzo colectivo, lograron reactivar una figura ausente por más de una década: el debate público, plural y democrático. Desde los equipos logísticos hasta los voceros que aceptaron el reto de presentarse ante el país, lo que se vivió aquella jornada envió un mensaje claro: que aún en medio de las dificultades, es posible ejercer ciudadanía desde la palabra, el disenso y la convivencia.

Desde el último debate presidencial de 2012, ningún escenario había logrado convocar con esta magnitud a voces diversas en condiciones de igualdad. Hablan los Candidatos fue mucho más que un formato: fue una hazaña cívica en medio de una tormenta. Y no fue una excepción. Como ese, han existido otros hitos democráticos impulsados por la ciudadanía en contextos de alta adversidad: procesos de búsqueda de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición; organización de plataformas políticas para la participación en arenas profundamente restrictivas; generación de espacios de denuncia y visibilización de realidades en medio de desiertos de noticia y altos niveles de censura. Cada uno de estos gestos, aunque enfrentados a múltiples riesgos, demuestra que el impulso democrático en Venezuela sigue latiendo.

Esa vocación democrática, tantas veces vulnerada, tiene un fundamento que conviene no olvidar. Porque la grandeza de la democracia no radica en el aplauso ni en la unanimidad, sino en la convivencia misma. En el derecho a disentir, a contrastar ideas, a participar sin miedo. En ese espacio, el sadismo —como forma de poder, como castigo a quien piensa distinto— no tiene partido ni puede ser jamás confundido con una ideología legítima. La democracia verdadera se sustenta en pilares que hoy están profundamente amenazados en Venezuela: la vida, la libertad, la libre asociación, el respeto a los derechos fundamentales de todas las personas, sin distinción.

El debate también fue preludio de momentos clave. Se dio en la antesala de la elección primaria de 2023 y anticipó el clima de efervescencia ciudadana que desembocó en la jornada del 28 de julio de 2024, cuando millones de venezolanos acudieron a las urnas para manifestarse por un cambio político. Esa expresión, que representó una gesta pacífica e histórica, ha sido desde entonces desconocida, profundizando el quiebre institucional.

Hoy, algunas de las voces que participaron en aquel debate enfrentan consecuencias directas por ejercer sus derechos. Figuras como Freddy Superlano permanecen privadas de libertad, de manera arbitraria, mientras que María Corina Machado —ganadora de la primaria opositora de 2023— fue inhabilitada antes del proceso presidencial y, hasta el día de hoy, continúa siendo señalada y perseguida por ejercer su legítimo derecho al disenso y por defender la voluntad soberana expresada en esa jornada electoral. Como ella, otros participantes del debate han sido criminalizados o se mantienen bajo constante vigilancia y hostigamiento. También existen quienes optaron por acercarse al poder, y aunque su decisión fue distinta, el debate les ofreció igualmente un espacio de expresión legítima. Esa, quizás, sea una de las mayores fortalezas de aquel momento: demostrar que la pluralidad no teme a la diferencia, sino que la incorpora como parte esencial de la democracia. Más aún, el debate se convirtió en una muestra de lo que es posible construir colectivamente: desde quienes lo impulsaron, hasta los medios que lo cubrieron y las audiencias que lo siguieron con esperanza.

En estos tiempos, cuando parece aún más difícil —quizás impensable— organizar una actividad como la de aquel 12 de julio, lo que se vivió cobra un valor mayor. No para quedarnos anclados en la nostalgia, sino para activar la memoria. Para recordarnos que incluso en contextos de cierre y asfixia, se puede ejercer la ciudadanía con dignidad y valentía.

Recordar ese debate es reabrir la conversación sobre nuestros derechos. Es devolverle al país la idea de que la política puede y debe ser un espacio de encuentro. Que debatir no es solo un derecho, sino una necesidad vital. Que el futuro democrático al que aspiramos se construye también con gestos como aquel: firmes, colectivos, esperanzadores.

Porque en contextos adversos, la memoria democrática no debe callarse, sino contarse

Por: Ayrton Monsalve

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