Escucha este artículo como un audio:
En contextos autoritarios como el que atraviesa Venezuela, la represión no solo se manifiesta en detenciones, amenazas o censura. También deja heridas más profundas, menos visibles: la desconfianza entre compañeros, el miedo paralizante, el silencio impuesto, la desmovilización.
El sociólogo guatemalteco Carlos Figueroa Ibarra, estudioso de las dictaduras y las guerras internas en América Latina, acuñó un concepto que nos puede ayudar a comprender esta realidad: el de “sociedades traumatizadas”.
Este artículo recoge sus principales aportes, con el fin de que activistas, defensores de derechos humanos y comunidades organizadas puedan encontrar herramientas para resistir, sanar y reconstituirse colectivamente.
1) ¿Qué es una “sociedad traumatizada”?
Según Figueroa, una sociedad traumatizada es aquella que ha vivido violencia sistemática, represión prolongada y terror político, a tal punto que esos hechos dejan huellas profundas en el tejido social.
– No es solo que el Estado te vigile: es que aprendes a vigilarte tú mismo.
– No es solo que haya censura: es que preferimos callar por miedo al castigo.
– No es solo que repriman: es que se rompe la confianza entre nosotros mismos.
Este trauma no es individual, sino colectivo. Y, a diferencia de una herida física, no se cura con el tiempo si no se trabaja activamente.
Características principales
Miedo internalizado: La represión sistemática genera miedo crónico que impide la acción colectiva, incluso generaciones después.
Silenciamiento y autocensura: El trauma colectivo produce una cultura del silencio: “mejor no hablar”, “no te metas”.
Desconfianza estructural: Se rompe la confianza social. Los vínculos comunitarios se deterioran ante el temor a la delación o la traición.
Fragmentación del tejido político: Los movimientos sociales, aún después de la dictadura, presentan fisuras internas que provienen del pasado traumático.
Desmemoria o disputa por la memoria: El pasado traumático es negado, ocultado o reescrito desde el poder, dificultando su elaboración colectiva.
2) ¿Cómo se expresa este trauma en Venezuela?
Si estás en Venezuela o trabajas con activistas venezolanos, reconocerás muchas de estas manifestaciones del trauma social que Figueroa identifica:
– Miedo a organizarse, incluso entre vecinos o familiares.
– Desconfianza hacia otros compañeros: “¿y si es informante?”
– Abandono de espacios colectivos por miedo o frustración.
– Sensación de impotencia o cinismo político: “esto no va a cambiar nunca”.
– Dificultad para hablar del pasado reciente: represión, cárcel, traición.
Estas heridas no son casuales: son el resultado de una estrategia sostenida de represión y fragmentación social.
3) ¿Qué propone Figueroa para sanar colectivamente?
Figueroa no ofrece fórmulas mágicas. Pero sí plantea cinco caminos que pueden ayudarnos a reconstruir la fuerza social desde lo más dañado: el vínculo entre las personas.
a) Recuperar la memoria colectiva
- Nombrar lo que pasó. Escuchar los testimonios. Registrar las historias.
- No permitir que el olvido o la “normalización” de los abusos se imponga.
- Hacer memoria es un acto político: decir “esto fue injusto” es resistir.
b) Luchar por justicia (aunque sea parcial) - Exigir verdad y reparación, aunque no haya condenas inmediatas.
- Visibilizar los crímenes. Nombrar a las víctimas. Construir memoria viva.
- La justicia también es simbólica: homenajes, denuncias, espacios de duelo.
c) Reconstituir el tejido social desde abajo - Recuperar la organización barrial, la solidaridad cotidiana, la ayuda mutua.
- No es necesario crear grandes estructuras: un grupo confiable es un primer paso.
- Reunirse, encontrarse, escucharse, cuidarse: eso también es hacer política.
d) Apostar por una educación crítica y liberadora - Compartir lecturas, reflexiones, películas, debates.
- Cuestionar el discurso oficial. Reconocer las múltiples formas de violencia.
- Educar es resistir la desmemoria.
e) Recuperar la esperanza como práctica - No es optimismo ciego, sino el acto voluntario de seguir haciendo, aunque duela.
- La esperanza es un músculo que se ejercita colectivamente.
Cada espacio que se abre, cada voz que se alza, cada acto de ternura organizada es parte de la sanación.
4) ¿Y si aún no hay justicia, ni verdad, ni garantías?
Figueroa reconoce que muchas sociedades —como Guatemala o Venezuela— siguen gobernadas por quienes cometieron los abusos.
Por eso, propone no esperar condiciones ideales para comenzar a sanar.
“El trauma no se cura con una sentencia judicial. Se comienza a revertir cuando nos reconocemos como sujetos colectivos de memoria, dignidad y futuro.”
Mientras más se prolongue el silencio, más profundo será el daño. Por eso, organizarse y cuidarse colectivamente –sin exponerse de manera innecesaria- es también una forma de sanar.
5) En conclusión
Figueroa nos invita a mirar más allá de las detenciones o los exilios. Nos llama a reconocer que la represión también deja marcas en la confianza, en el afecto, en la esperanza.
Pero también nos dice que es posible revertir esos efectos si se trabaja desde lo colectivo, lo político y lo humano.
En una Venezuela fragmentada y dolida, sus aportes pueden ayudarnos a entender que la lucha no es solo contra el autoritarismo, sino también por nuestra capacidad de confiar, de organizarnos, y de imaginar un futuro diferente.
Descarga este material como un folleto PDF para leer en el teléfono y compartir:
